Por Guillermo Cifuentes
“Algunos camiones se desviaron”, Tony Raful
No está nada fácil informarse acerca de lo acontecido en la convención del PRM. Además de camiones desviados había relojes atrasados y, como casi siempre, gente mintiendo.
El lunes, sólo Acento con la firma de Máximo Laureano, informaba de lo ocurrido en Santiago. Pero de otros municipios donde debió suspenderse el proceso no encuentro ni los nombres, ni las razones de la suspensión, mucho menos el número de electores impedidos de votar. Tampoco he podido averiguar quién desvió los camiones y cuáles fueron sus nuevos destinos. Ni soñar todavía en que habrá sanciones para quienes resulten responsables.
Con todo, es innegable la presencia de una oportunidad de oro para hacer aprendizajes útiles para los cambios de conducta necesarios que lleven a un nuevo sistema político y a un nuevo sistema de partidos. Lo digo pues si algo ha quedado claro de esta Convención perremeísta es lo bien que funciona el sistema y su cultura política sobre todo en lograr que la gente crea lo que en verdad no ocurrió. A medida que los partidos tradicionales, el PRM es uno de ellos, suman fracasos ilustra que los esfuerzos estén dirigidos a que parezca que nada anormal ha sucedido. Lo peor es que otra vez el fantasma de servir al partido para dañar los caminos democráticos está plenamente vigente.
Todo lo ocurrido -atrasos, suspensiones, renuncias de candidatos- estuvo precedido por la irrupción de los “alharacos”, cuando los acuerdos entre los cabecillas “contuvieron” la competencia. El acuerdo entre los pre candidatos transformó la oferta de elecciones competitivas en elecciones semicompetitivas (siendo generoso). Vale recordar la clara y pedagógica descripción de Dieter Nohle, respecto de los objetivos que tienen las elecciones semicompetitivas: “El intento de legitimar las relaciones de poder existentes, la distensión política hacia dentro, el mejoramiento de la imagen hacia fuera, la manifestación (e interpretación parcial) de fuerzas opositoras y el reajuste estructural del poder a fin de afianzar el sistema”.
Sin duda quienes afirmen que la convención fue un éxito es porque reconocen que se cumplieron los objetivos que nos regala Nohlen.
Lo ocurrido -pueden verse los comportamientos- se corresponde plenamente a una concepción absolutamente limitada y convenientemente restringida de la democracia, especialmente a cómo se practica en su dimensión electoral. Desde el oportunismo de quienes identifican las razones de lo ocurrido como “problemas organizativos” y no a la modalidad histórica de conseguir el control de los partidos. Es decir, los “problemas organizativos” son la singularidad permanente de resolver los problemas políticos. La idea que dice que la democracia significa que gane quien puso el dinero o el que tiene el “liderazgo”, además de derivada de la dictadura está en la larga sucesión de elecciones internas y elección de candidatos desde 1962 cuando hubo que cambiarle el vicepresidente a Bosch luego de razones que no admitían discusión: “Con ese vice, no seré candidato”, o en las internas del PLD de 1999 o las elecciones del PLD del 2005 o las del del PRD del 2007, etc.
Pero en fin, lo que se ve y lo que no se ve no, es más que la manifestación indiscutible de un proceso político que se reproduce repitiéndose y que aspira a justificarse recurriendo a esfuerzos falsos por una democracia que no conocen los que perdieron la ruta de los camiones, los que no saben la hora, etc. Lo peor es que esos “creyentes activos”, sumados a algunos que todavía creen, son los que demoran el avance hacia la democracia.
Vean ustedes lo que acaba de ocurrir: un proceso en que renunció un candidato a presidente, que casualmente era el presidente o en el que no votó un candidato a Secretario General. que accidentalmente era el Secretario General. Ambos, denunciaron razones para sus renuncias que no pueden ser valoradas como insuficientes: no tener el padrón de electores ni las direcciones de los centros de votación son buenos motivos para esperar tiempos mejores y hasta ahora no hay respuesta de nadie respecto de los hechos denunciados. Pero no solo eso quiero destacar. Lo más importante que ocurre en estos procesos es que las víctimas de “los problemas organizativos” se quedan callados y terminan apoyando a sus victimarios al validar procesos no democráticos, es lo que he llamado “arrancar para adentro”. Así se ha ido construyendo una muy especial forma de vivir la “democracia del tigueraje”, que está casi siempre asociada a la emergencia de nuevos liderazgos. Esos nuevos liderazgos ya sabemos en lo que terminan y dónde. Así parecen querer continuar accionando hasta que el fin de la impunidad los aloje donde deben estar.
Ahora esperamos números absolutos pues su ausencia y el reinado de los porcentajes es señal inequívoca de que hay algo que no se quiere contar. También esperamos el rápido retorno a la normalidad que llegará a su clímax cuando alguno de los derrotados (o varios o casi todos o casi todas) reciban un cargo de consuelo reservado como premio por quedarse callados o calladas. Esto pueden cobrármelo, pues lo voy a recordar cuando aparezca un Secretario general ejecutivo, un presidente “ad vitam”, algunas candidaturas seguras obtenidas sin competencia, etc.
Una atención especial tendrán quienes con menos del 15% de los votos y sin conocer cuánto es el 100% anunciaron que habían perdido. Juntos revisaremos el listado donde estarán quienes compartirán su compromiso, su experiencia y lealtad con el partido y el haber sido siquitrillados en la exitosa convención que comentamos, sin haber manifestado molestia alguna. Sin “pataleo”.
Por si no creen, hagan su “check list” de los que han organizado los fraudes electorales y creado “los problemas organizativos” más destacados en el país. No dejen de anotar en la última columna en qué terminaron cada uno de ellos y en qué terminaron sus víctimas. La lección que nos deja el 18/3 es que no podemos seguir sin hacernos cargo de que los viejos partidos, a pesar de su decadencia, todavía juegan y mantienen el sistema.